Ego
En latín, la palabra ego significa yo, pero en psicología el término se utiliza para hacer referencia a la instancia psíquica que permite que un individuo se reconozca a sí mismo y a su propia personalidad¿Qué es el ego de una persona?
El "yo" o ego de una persona hace referencia al "personaje" que hemos creado sobre nosotros mismos y hemos interiorizado como la imagen que nos representa, el ser que creemos que somos. El ego es el resultado de la suma, combinación, estructuración y elaboración de nuestras vivencias acontecidas desde la gestación, durante toda la infancia hasta la adolescencia y de nuestra interpretación de ellas.
Desde el planteamiento psicoanalítico, el ego se basa en el "principio de realidad" y supone el ajuste que realiza nuestro organismo entre estas dos instancias psíquicas para adaptarse al sistema familiar y social en el que se encuentra:
El "ello": las necesidades innatas que siente la persona desde el inicio de la vida y cuya satisfacción, en la mayoría de los casos, le garantiza la supervivencia y favorece su óptimo desarrollo (por ejemplo: llorar cuando tiene hambre, cuando necesita afecto, cuando siente miedo; succionar el pecho como necesidad vital de alimentación y protección; solicitar presencia y cuidado afectivo; moverse libremente; explorar el mundo; etc.)
El "super yo" (o conciencia moral): a partir de los 4 o 5 años empieza a desarrollarse esta entidad psíquica de manera lingüística-verbal pero ya desde el mismo inicio de la gestación se crea un discurso interno sobre lo que está bien y lo que está mal, cómo debemos actuar, quienes somos, cuánto valemos, qué tenemos que hacer para recibir amor, cómo debemos protegernos, etc. que, en estos momentos primarios, quedan registrados a nivel corporal y no-verbal, por tanto, a nivel muy inconsciente, pero cuya fuerza sobre nosotros es inmensa, precisamente por su inconsciencia.
¿Para qué sirve el ego?
El ego es, por tanto, parte de nosotros, aunque nos hace creer que somos nosotros. Se trata de un mecanismo de supervivencia que comienza a surgir desde el mismo momento de nuestro nacimiento y es necesario, es un instinto de protección. Aunque con el tiempo, si no aprendemos a gestionarlo, puede alejarnos de nuestro propio Ser. El ego es la personalidad que vamos construyendo para ser aceptados por el otro, una máscara que puede generarnos sufrimiento y alejarnos del bienestar
¿Cómo funciona el ego?
El funcionamiento del ego es el siguiente: el bebé/niño siente, desde el inicio de su vida, impulsos que le llevan a actuar con la intención de satisfacer dichas necesidades. Pero ocurre, que en ocasiones, dichas necesidades no son cubiertas tal y como necesita. En estos momentos el bebé sufre una gran ansiedad y dolor.
Cuando esta situación se repite ante una misma necesidad, se da en un momento crítico del desarrollo vital (por ejemplo, durante el embarazo, durante el nacimiento o antes del año de vida) o con un alto nivel de intensidad (alguna negligencia o maltrato), el bebé realiza una asociación entre su impulso/necesidad y la respuesta recibida concluyendo cierta idea/sensación que interioriza como creencia sobre él mismo y lo que merece de los demás (constituyéndose como superyó o conciencia moral).
Re-vivir esta situación le produce dolor pero, con todo, sigue sintiendo ese impulso/necesidad. Como no puede satisfacer directa y sanamente esta necesidad, buscará una solución alternativa que vendrá determinada por la creencia interiorizada sobre la situación (el superyó). El resultado de todo ello será la creación de determinado "mecanismo de defensa" que le permitirá sobrellevar sin tanto dolor ese impulso.
Según Anna Freud hija de Sigmun Freud existen los siguientes mecanismos de defensa:
Represión
mecanismo que elimina, reprimiendo en el inconsciente, toda situación o vivencia que le produce dolor (ejemplo: no recordar que se ha vivido abusos sexuales en la infancia).
Negación
negar algún hecho o sentimiento por la incapacidad de la persona para aceptarlo e integrarlo.
Proyección
se trata de un tipo de negación de sentimientos o deseos propios que se atribuyen a otro por no poder, igualmente, reconocerlos y aceptarlos en uno mismo.
Racionalización
permite aportar una explicación racional a un hecho o emoción que, de otro modo, no podría aceptarse
Intelectualización
mecanismo por el cual la persona analiza en detalle las situaciones para poner distancia con respecto a sus sentimientos y emociones y, de este modo, no sufrir.
Formación reactiva
lleva a la persona a expresar justamente la conducta o emoción contraria a lo sentido, por no poder aceptar ese sentimiento propio.
Regresión
ante una situación de estrés o malestar, la persona regresará a conductas propias de etapas evolutivas infantiles en las que quedó fijada, es decir, que no fue capaz de resolver.
Desplazamiento
se sustituye el foco que provoca nuestra ansiedad o enfado por otro para reducir el malestar que generaría expresar directamente la emoción sobre el foco principal causante.
Sublimación
este mecanismo transforma un impulso potencialmente peligroso en una conducta socialmente aceptable.
Diferencias entre el ego y el ser
Teniendo claro lo que es el ego, podemos diferenciarlo de lo que es el SER o manifestación auténtica de la persona, que se encuentra más allá de las conductas egoicas.
La expresión más clara de nuestro Ser auténtico la podemos observar en los bebés y niños de edades tempranas. Las personas nacemos puras y libres de cualquier tipo de condicionamiento externo o interno. En estos momentos, nuestro ser se manifiesta de manera real y auténtica existiendo una total coherencia entre lo que sentimos y expresamos. Sin embargo, con el paso de los años, el condicionamiento externo que vivimos a través de nuestras experiencias va creando nuestro ego y empezamos a manifestarnos a través de este personaje como modo de sobrevivir y obtener lo que necesitamos en este mundo.
A diferencia del ego, el Ser auténtico es el reflejo directo de nuestra alma. Es bondadoso, sincero, bienintencionado, cordial, alegre, pacífico, fraternal, etc. El Ser manifiesta los valores reales e inherentes al ser humano que son vulnerados como consecuencia de la construcción del ego.
Ego positivo y ego negativo
Para comprender la dualidad del ego, entre el positivo y el negativo, debes tener en cuenta que, como en la mayoría de los casos, el punto intermedio es el más adecuado. El equilibrio entre el egoísmo absoluto y una generosidad exagerada, con la que te olvidas de ti mismo y de tus necesidades, es el que se ha de aspirar alcanzar.
Sin embargo, cuando la gente habla de ego suele centrarse solo en el negativo, que es el que provoca que una persona anteponga por completo y sin ningún tipo de trabas sus intereses ante los demás. Sin individuos que se consideran por encima del resto y que carecen de empatía. Así que si no escuchas la opinión de los que te rodean, siempre crees tener razón, pecas de egoísta y te cuesta ponerte en el lugar del otro porque siempre antepones tus deseos, cayendo presa con frecuencia del estrés y la ira, el ego negativo es el que más peso tiene en tu personalidad.
De hecho, en la sociedad actual, recibimos constantemente mensajes para alimentar el ego negativo, por lo que se nos presenta como si fuera algo bueno, puesto que nos anima a comprar, consumir, competir y compararnos constantemente con los otros. Se fomenta así a mantener un individualismo exacerbado y a la necesidad de tener que ser el mejor y sobresalir en todo, destacando a nivel intelectual y físico cueste lo que cueste, lo cual tiene su reflejo, de una u otra forma, en las redes sociales.
Por su parte, el ego positivo peca de todo lo contrario. Si nunca expresas lo que sientes y antepones las necesidades de los otros a las tuyas propias, siempre dispuesto a complacerlos aún en contra de lo que piensas o deseas, cuentas con un ego positivo. Y por más que terceras personas te alaben y hagan creer que es maravilloso, es igual de malo que el otro. Seguramente actúas así esperando algo a cambio: determinada forma de actuar, que te quieran, que no te abandonen… Ten en cuenta que, al final, el ego positivo alimenta mantener actitudes sumisas.
Recuerda que no puedes olvidarte de ti mismo por completo y que tampoco resulta adecuado llevar la empatía a un extremo tal en el que te veas inmerso en la vida del otro como si el sufrimiento fuera el tuyo propio, porque tampoco podrías ayudarle como te gustaría. Lo ideal es alcanzar un ego equilibrado entre esos dos polos opuestos: el negativo y el positivo.
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