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El Experimento del Parque de las Ratas

Las drogas no son el problema; el problema es la falta de conexiones humanas y de propósito. (Bruce Alexander, psicólogo y creador del experimento)

El experimento del parque de las ratas fue tan curioso como revelador. Sus resultados nos hablan de una variable esencial que puede encontrarse detrás del consumo de drogas.El experimento del parque de las ratas es uno de los más sugestivos frente el tema de las adicciones. Digamos primero que las ratas han sido animales utilizados con frecuencia para realizar “experimentos psicológicos”. Esto se debe a la enorme similitud genética que tienen con el ser humano. El 95 % del genoma de ratones y humanos es el mismo.

Ahora bien, la utilización de las ratas para investigación siempre se hace en condiciones controladas. Esto es, en laboratorios. La mayoría de los animales sometidos a experimentos permanecen aislados en jaulas, sin apenas ningún contacto con el exterior. Esto es, por supuesto, una condición antinatural para animales de esta especie.

En la década del 60 se emplearon ratas para hacer algunos estudios sobre adicciones. También se utilizaron las llamadas “cajas de Skinner”. Estas se diseñan con dispositivos eléctricos que premian, con comida, o castigan, mediante corriente eléctrica.

Este esquema permitía hacer un estudio del comportamiento, al menos desde el punto de vista de los psicólogos conductistas. El experimento del parque de las ratas fue una ruptura con ese paradigma. Veamos el tema con más detalle.

Las ratas adictas

Lo que hicieron los conductistas en los 60 fue introducirle a las ratas a un dispositivo de suministro mediante una intervención quirúrgica. Luego, como era costumbre, las aislaron en cajas de Skinner, es decir, en jaulas individuales. Después les enseñaron a presionar una palanca interna de la jaula. Cuando hacían esto, se autoadministraban una sustancia: drogas psicoactivas.

En casi todos los casos se empleó heroína, una de las drogas más adictivas que existen. El punto era que cada vez que las ratas movían la palanca, inmediatamente recibían una pequeña dosis de drogas. Los investigadores notaron que algunas de ellas, bajo ciertas circunstancias, o en determinados momentos, accionaban repetidamente la palanca hasta consumir altas cantidades de psicoactivo.

Incluso algunas de las ratas llegaron al punto de olvidar comer o tomar agua. Lo que no olvidaban era el autosuministro de heroína. Por eso, varias murieron durante el experimento. Los investigadores concluyeron, por analogía, que si las personas tenían acceso a ese tipo de drogas , correrían la misma suerte de las ratas.

Fue entonces cuando apareció en el panorama el profesor Bruce Alexander, con un grupo de investigadores de la Universidad Simon Fraser, de Canadá. Fueron ellos quienes propusieron el experimento del parque de las ratas.

El experimento del parque de las ratas

El profesor Bruce Alexander pensó que el aislamiento de las ratas no permitía sacar conclusiones objetivas. Todas las ratas utilizadas eran albinas, descendientes de ratas noruegas. Se trata de una especie sociable, curiosa e inteligente. Estar en una jaula no era su forma natural de vivir. Con base en esa reflexión, nació la idea de hacer el experimento del parque de las ratas.

Lo que Alexander se preguntaba es si las ratas libres también actuarían de la misma forma en la que lo habían hecho las ratas enjauladas. ¿Había una tendencia innata a la adicción? ¿Cuando consumían drogas el único destino posible era que se sumergieran en ellas hasta morir?

Para responder a esas preguntas, Alexander inició el experimento del parque de las ratas en 1977. Lo que hizo su equipo investigador fue tomar dos grupos de animales. Unos estarían en las clásicas jaulas de laboratorio, aisladas entre sí. Para el otro grupo, en cambio, se construyó un área muy amplia, 200 veces más grande que una jaula. Dicho espacio simulaba un parque con árboles y naturaleza.

Los interesantes resultados

Como el sitio era tan similar a un parque, se bautizó la investigación como el experimento del parque de las ratas. Para complementarlo, los investigadores llevaron otras ratas del mundo externo para que interactuaran con las que estaban cautivas. El punto es que tanto las ratas de las jaulas, como las del parque, tenían acceso a dosis de morfina.

Los investigadores les dieron a las ratas la opción de beber dos líquidos. Uno de ellos contenía morfina y el otro no. Camuflaron el sabor amargo de la morfina con una solución azucarada. Tras unos días, las ratas enjauladas comenzaron a preferir el líquido que contenía morfina. Las del parque de las ratas también bebieron, pero varios días después.

Las ratas enjauladas consumieron 19 veces más morfina que las ratas libres. Estas últimas parecían percatarse de los beneficios de no consumir la droga y se resistían a hacerlo, aun cuando ya la hubieran probado. Alexander y su equipo introdujeron variaciones, volvieron adictas a varias ratas de ambos grupos, pero el patrón se mantuvo básicamente igual.

El experimento del parque de las ratas demostró que el aislamiento social era un factor determinante para el consumo continuado de las drogas. A su vez, la compañía y la libertad del parque hacía que disminuyera significativamente el deseo de consumir. Y cuando este se producía, los ejemplares afectados hacían lo posible por volver a su estado normal, incluso, soportando el síndrome de abstinencia.

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